martes, 15 de noviembre de 2016

V. I. LENIN: LA REVOLUCION PROLETARIA Y EL RENEGADO KAUTSKY (5ª parte)


LA CONSTITUCION SOVIETICA

Como ya he señalado, el negar a la burguesía el derecho de sufragio no constituye un elemento obligatorio e indispensable de la dictadura del proletariado. Tampoco en Rusia * ¡Hágase justicia, aunque perezca el mundo! -- N. de la Red.

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los bolcheviques, que mucho antes de Octubre habían proclamado la consigna de tal dictadura, hablaron de antemano de privar a los explotadores de derechos electorales. Este elemento de la dictadura no procede "del plan" de ningún partido, sino que ha surgido por sí mismo en el curso de la lucha. El historiador Kautsky, claro, no lo ha advertido. No comprende que la burguesía, ya cuando en los Soviets dominaban los mencheviques (partidarios de la conciliación con la burguesía), se había apartado por propia iniciativa de los Soviets, los boicoteaba, se oponía a ellos, e intrigaba contra ellos. Los Soviets surgieron sin Constitución alguna y subsistieron más de un año (desde la primavera de 1917 hasta el verano de 1918) sin Constitución alguna. El frenesí de la burguesía contra la organización de los oprimidos, organización independiente y omnipotente (por comprender a todos), la lucha más desvergonzada, más egoísta y más vil de la burguesía contra los Soviets, y, en fin, la complicidad manifiesta de la burguesía (desde los demócratas constitucionalistas hasta los eseristas de derecha, desde Miliukov hasta Kerenski) en la aventura de Kornílov, todo ello preparó la expulsión formal de la burguesía del seno de los Soviets.

Kautsky ha oído hablar del complot de Kornílov, pero manifiesta olímpico desprecio por los hechos históricos y el curso y las formas de la lucha, que deben determinar las formas de la dictadura: ¿qué tienen que ver, en efecto, los hechos si se trata de la democracia "pura"? Debido a esto, la "crítica" de Kautsky, dirigida contra la privación de derechos electorales a la burguesía se distingue por una . . . cándida ingenuidad, que sería enternecedora en un niño, pero que produce náuseas tratándose de un hombre a quien todavía no se ha declarado cretino oficialmente.

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. . . "Si los capitalistas, con el sufragio universal, hubieran quedado reducidos a insignificante minoría, se habrían conformado más fácilmente con su suerte" (pág. 33) . . . ¿Verdad que es encantador? El inteligente Kautsky ha visto muchas veces en la historia, y por experiencia de la vida conoce muy bien a terratenientes y capitalistas que conceden beligerancia a la voluntad de la mayoría de los oprimidos. El inteligente Kautsky se mantiene firme en el punto de vista de la "oposición", es decir, en el punto de vista de la lucha parlamentaria. Así lo dice textualmente: "oposición" (págs. 34 y otras muchas).

¡Oh sabio historiador y político! Sepa usted que "oposición" es un concepto de lucha pacífica y exclusivamente parlamentaria, es decir, una noción que responde a una situación no revolucionaria, a la ausencia de revolución. En la revolución nos encontramos con un enemigo que es implacable en la guerra civil; ninguna jeremiada reaccionaria de pequeñoburgués, que teme a esa guerra como la teme Kautsky, hará cambiar en nada este hecho. Es ridículo enfocar desde el punto de vista de la "oposición" los problemas de una guerra civil implacable cuando la burguesía se decide a todos los crímenes -- el ejemplo de los versalleses y de sus tratos con Bismarck dice bastante a todo el que no vea la historia como el Petrushka de Gógol --, cuando la burguesía llama en su auxilio a Estados extranjeros e intriga con ellos contra la revolución. Lo mismo que Kautsky, "consejero del confusionismo", el proletariado revolucionario debe calarse el gorro de dormir y considerar como una simple "oposición" legal a esta burguesía que organiza las revueltas contrarrevolucionarias de Dútov, de Krasnov y de los checoslovacos, que prodiga millones a los saboteadores. ¡Qué profundidad de pensamiento!

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Lo único que a Kautsky le interesa es el lado formal y jurídico del asunto, de modo que al leer sus razonamientos sobre la Constitución soviética nos vienen a la memoria unas palabras de Bebel: Los juristas son gente reaccionaria hasta la médula. "En realidad -- escribe Kautsky -- no se puede privar de derechos únicamente a los capitalistas. ¿Qué es el capitalista en sentido jurídico? ¿Un hombre que posee bienes? Incluso en un país económicamente tan avanzado como Alemania, cuyo proletariado es tan numeroso, la implantación de una república soviética privaría de derechos políticos a grandes masas. En 1907, en el imperio alemán el número de personas (comprendidas sus familias) ocupadas en los tres grandes grupos -- agricultura, industria y comercio -- ascendía a casi 35 millones de empleados y obreros asalariados y 17 millones de productores independientes. Por tanto, el partido puede muy bien ser mayoría entre los obreros asalariados, pero minoría en la población" (pág. 33).

Típico modo de razonar de Kautsky. ¿No es esto una lamentación contrarrevolucionaria de burgués? ¿Por qué ha incluido usted, señor Kautsky, a todos los "independientes" en la categoría de personas desprovistas de derechos, cuando sabe muy bien que la inmensa mayoría de los campesinos rusos no tienen obreros asalariados y por tanto no se les priva de derechos? ¿No es esto una falsificación?

¿Por qué usted, sabio economista, no ha reproducido datos que conoce perfectamente y que figuran en la misma estadística alemana de 1907 sobre el trabajo asalariado en los diversos grupos de explotaciones agrícolas? ¿Por qué no ha citado usted estos datos a los obreros alemanes, lectores de su folleto, que así verían cuántos e x p l o t a d o r e s, qué pocos explotadores hay entre el total de los "agricultores" de la estadística alemana?

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Porque su apostasía le ha convertido en un simple sicofante al servicio de la burguesía.

El capitalista, viene a decirnos, es un concepto jurídico impreciso, y Kautsky dedica unas cuantas páginas a fulminar la "arbitrariedad" de la Constitución soviética. El "concienzudo erudito" permite a la burguesía inglesa componer y perfeccionar durante siglos una Constitución burguesa nueva (nueva para la Edad Media), pero a nosotros, los obreros y campesinos de Rusia, este representante de una ciencia servil no nos concede plazo alguno. A nosotros nos exige una Constitución ultimada hasta el más pequeño detalle en unos cuantos meses. . .

. . . ¡"Arbitrariedad"! Juzgad qué abismo del más vil servilismo ante la burguesía y de estúpida pedantería descubre semejante reproche. Los juristas de los países capitalistas, burgueses hasta la médula y en su mayoría reaccionarios, han dedicado siglos o decenios a redactar las más minuciosas reglas, a escribir decenas y centenares de volúmenes de leyes y comentarios para oprimir al obrero, para atar de pies y manos al pobre, para oponer mil argucias y trabas al simple trabajador del pueblo, ¡oh, pero los liberales burgueses y el señor Kautsky no ven en ello ninguna "arbitrariedad"! ¡No ven más que "orden" y "legalidad"! Allí, todo está meditado y prescrito para "estrujar" todo lo posible al pobre. Allí hay millares de abogados y funcionarios burgueses (de los que Kautsky no habla en absoluto, seguramente porque Marx concedía muchísima importancia a la destrucción de la máquina burocrática. . .); millares de abogados y funcionarios que saben interpretar las leyes de manera que el obrero y el campesino medio no consigan atravesar nunca las alambradas que sus preceptos levantan. Eso no es "arbitrariedad" de la burguesía, eso no es una dictadura de viles y ávidos

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explotadores, hartos de sangre del pueblo, nada de eso. Es la "democracia pura", que cada día va haciéndose más y más pura.

¡Pero cuando las clases trabajadoras y explotadas, aisladas por la guerra imperialista de sus hermanos extranjeros, crean por primera vez en la historia sus Soviets, incorporan a la actividad política a las masas que la burguesía oprimía, embrutecía y embotaba, cuando comienzan a construir ellas mismas un Estado nuevo, proletario, cuando, en el ardor de una lucha encarnizada, en el fuego de la guerra civil, co mienzan a esbozar los principios fundamentales de un Estado sin explotadores, todos los canallas de la burguesía, toda la banda de vampiros con su acólito Kautsky, claman contra la "arbitrariedad"! En efecto, ¿cómo pueden esos ignorantes, esos obreros y campesinos, ese "populacho", interpretar sus leyes? ¿Dónde van a adquirir el sentido de la justicia esos simples trabajadores, sin los consejos de cultos abogados, de escritores burgueses, de los Kautsky y de los sabios funcionarios de antaño?

De mi discurso del 28 de abril de 1918 el señor Kautsky cita estas palabras: . . . "Las masas determinan ellas mismas la forma y la fecha de las elecciones" . . . Y el "demócrata puro" Kautsky concluye:

. . ."De modo que, por lo visto, cada asamblea de electores establece como gusta el procedimiento de las elecciones. La arbitrariedad y la posibilidad de deshacerse de los elementos de oposición molestos, en el seno del mismo proletariado, se multiplicarían de este modo en grado extremo" (pág. 37).

¿En qué se distingue esto de los discursos de un coolí de la pluma vendido a los capitalistas, que clama porque en una huelga la masa sojuzga a los obreros aplicados que "desean trabajar"? ¿Por qué no es arbitrariedad que los fun-

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cionarios burgueses determinen el procedimiento de las elecciones en la democracia burguesa "pura"? ¿Por qué el sentido de justicia de las masas que se han levantado para luchar contra sus explotadores seculares, de las masas a las que instruye y templa esta lucha desesperada, ha de ser inferior al de un puñado de funcionarios, intelectuales y abogados nutridos de prejuicios burgueses ?

Kautsky es un verdadero socialista, no se ponga en duda la sinceridad de este venerable padre de familia, de este honradísimo ciudadano. Es partidario ardiente y convencido de la victoria de los obreros, de la revolución proletaria. Su único deseo sería que primero, antes del movimiento de las masas, antes de su furiosa lucha contra los explotadores y obligatoriamente sin guerra civil, los melifluos intelectualillos pequeñoburgueses y filisteos, calado el gorro de dormir, compusieran unos moderados y precisos estatutos del desarrollo de la revolución . . .

Con profunda indignación moral refiere nuestro doctísimo Judas Golovliov a los obreros alemanes que el 14 de junio de 1918, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia acordó expulsar de los Soviets a los representantes del partido eserista de derecha y de los mencheviques. "Esta medida -- escribe el Judas Kautsky, ardiendo de noble indignación -- no va dirigida contra personas determinadas, que hayan cometido determinados actos punibles . . . La Constitución de la República Soviética no dice ni una palabra de la inmunidad de los diputados a los Soviets. No son determinadas personas, sino determinados partidos a los que en este caso se expulsa de los Soviets" (pág. 37).

Sí, esto es en efecto horrible, es apartarse de un modo intolerable de la democracia pura, con arreglo a cuyas normas hará la revolución nuestro revolucionario Judas Kauts-

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ky. Nosotros, los bolcheviques rusos, debimos haber empezado por prometer la inmunidad a los Sávinkov y compañía, a los Líberdan[20], Pótresov (los "activistas") y compañía y después redactar un código penal por el que se declarara "punible" la participación en la guerra contrarrevolucionaria de los checoslovacos, o la alianza con los imperialistas alemanes en Ucrania o en Georgia contra los obreros de su país; sólo después, en virtud de este código penal, hubiéramos estado facultados según la "democracia pura", para expulsar de los Soviets a "determinadas personas". Se sobreentiende que los checoslovacos, que recibían dinero de los capitalistas anglo-franceses por mediación de los Sávinkov, Pótresov y Líberdan (o gracias a su propaganda), lo mismo que los Krasnov, que han recibido proyectiles de los alemanes por mediación de los mencheviques de Ucrania y de Tiflís, se habrían estado quietos hasta que nosotros hubiésemos redactado nuestro código penal en la forma debida y, como los más puros demócratas, habríanse limitado a un papel de "oposición". . .

La misma indignación moral siente Kautsky ante el hecho de que la Constitución soviética priva de los derechos electorales a los que "emplean obreros asalariados con fines de lucro". "Un trabajador a domicilio o un pequeño patrono con un oficial -- escribe Kautsky --, pueden vivir y sentir como verdaderos proletarios y no tienen derecho a votar" (pág. 36).

¡Qué desviación de la "democracia pura"! ¡Qué injusticia! Bien es verdad que hasta ahora todos los marxistas suponían, y miles de hechos lo confirmaban, que los peque ños patronos son los más crueles y mezquinos explotadores de los obreros asalariados; pero el Judas Kautsky no habla, naturalmente, de la clase de los pequeños patronos (¿quién

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habrá imaginado la funesta teoría de la lucha de clases?), sino de individuos, de explotadores, que "viven y sienten como verdaderos proletarios". La famosa Agnes la hacendosa, a la que se creía muerta hace tiempo, ha resucitado bajo la pluma de Kautsky. Esta Agnes la hacendosa la inventó hace algunos decenios y puso en boga en la literatura alemana un demócrata "puro", el burgués Eugenio Richter. Este predijo indecibles males como consecuencia de la dictadura del proletariado, de la confiscación del capital de los explotadores, y preguntó con candor qué significaba un capitalista en sentido jurídico. Como ejemplo, citaba a una costurera pobre y hacendosa (Agnes la hacendosa ), a la que los malos "dictadores del proletariado" arrebataban hasta el último céntimo. Hubo un tiempo en que toda la socialdemocracia alemana se rió de esta Agnes la hacendosa del demócrata puro Eugenio Richter. Pero esa época está ya lejos, tan lejos que se refiere a los tiempos en que aún vivía Bebel y decía francamente esta verdad: en nuestro partido hay muchos nacional-liberales[21]. Tanto tiempo hace, que Kautsky aún no era renegado.

Y ahora Agnes la hacendosa ha resucitado en la persona del "pequeño patrono con un solo oficial, que vive y siente como un verdadero proletario". Los malvados bolcheviques se portan mal con él, le privan del derecho a votar. Verdad es que "cada asamblea de electores", según dice el mismo Kautsky, puede en la República Soviética admitir a un pobre artesano relacionado, por ejemplo, con una fábrica, si por excepción no es un explotador, si en realidad "vive y siente como un verdadero proletario". ¿Pero puede uno fiarse del conocimiento de la vida, del sentido de justicia de una asamblea de simples obreros de una fábrica, mal organizados y que proceden (¡horror!) sin estatutos? ¿No está claro acaso que vale más conceder derechos electorales a todos los explota-

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dores, a todos los que emptean obreros asalariados, que correr el riesgo de que los trabajadores traten mal a Agnes la hacendosa y al "artesano que vive y siente como un proletario"?

* * *

Dejemos a los despreciables canallas de la apostasía, alentados por los aplausos de los burgueses y de los socialchovinistas[*], que vilipendien nuestra Constitución soviética porque priva a los explotadores del derecho de votar. Tanto mejor, porque así se hará más rápida y profunda la escisión entre los obreros revolucionarios de Europa y los Scheidemann y Kautsky, Renaudel y Longuet, Henderson, y Ramsay MacDonald, los viejos jefes y viejos traidores del socialismo.

Las masas de las clases oprimidas, los jefes conscientes y honrados del proletariado revolucionario estarán con nosotros. Bastará dar a conocer a estos proletarios y a estas masas nuestra Constitución soviética para que digan en seguida: Esos son de verdad h o m b r e s n u e s t r o s, ése es un ver dadero partido obrero, un verdadero gobierno obrero. Porque no engaña a los obreros con palabrería acerca de reformas, como nos han engañado todos los jefes mencionados, sino que lucha en serio contra los explotadores, lleva a cabo en serio la revolución, combate de veras por la plena emancipación de los trabajadores. * Acabo de leer en el editorial de la Gaceta de Francfort [22] del 22 de octubre de 1918 (núm. 293) un resumen entusiasta del folleto de Kautsky. El periódico de los bolsistas está encantado. ¿Cómo no? Y un camarada de Berlín me escribe que Vorwärts [23], el periódico de los Scheidemann ha declarado en un artículo especial que suscribe casi todas las líneas de Kautsky. ¡Le felicitamos y le felicitamos!

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Si los Soviets, después de un año de "práctica", privan a los explotadores del derecho a votar, esto quiere decir que los Soviets son de veras organizaciones de las masas oprimidas, y no de los socialimperialistas ni de los socialpacifistas vendidos a la burguesía. Si estos Soviets han quitado a los explotadores el derecho a votar, esto quiere decir que los Soviets no son órganos de conciliación pequeñoburguesa con los capitalistas, no son órganos de charlatanería parlamentaria (de los Kautsky, Longuet y MacDonald), sino órganos del proletariado verdaderamente revolucionario, que sostiene una lucha a muerte contra los explotadores.

"Casi no se conoce aquí el opúsculo de Kautsky", me ha escrito desde Berlín uno de estos días (hoy estamos a 30 de octubre) un camarada bien informado. Yo aconsejaría a nuestros embajadores en Alemania y Suiza que no escatimaran recursos para comprar este libro y distribuirlo gratis entre los obreros conscientes, para enterrar en el fango a la socialdemocracia "europea" -- léase imperialista y reformista --, esa socialdemocracia que desde hace tiempo es un "cadáver en descomposición" .

* * *

Al final de su libro, en las páginas 61 y 63, el señor Kautsky deplora amargamente que "la nueva teoría" (que es como llama al bolchevismo, temiendo abordar el análisis que Marx y Engels hicieron de la Comuna de París) "encuentre partidarios incluso en viejas democracias como Suiza". "Es incomprensible", para Kautsky, "que acepten esta teoría los socialdemócratas alemanes".

Por el contrario, es perfectamente comprensible, porque después de las serias lecciones de la guerra, tanto los Schei-

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demann como los Kautsky inspiran repugnancia a las masas revolucionarias.

¡"Nosotros", que hemos propugnado siempre la democracia -- escribe Kautsky --, vamos de pronto a renunciar a ella!

"Nosotros", los oportunistas de la socialdemocracia, hemos estado siempre contra la dictadura del proletariado, y los Kolb y Cía. lo dijeron francamente hace mucho tiempo. Kautsky lo sabe, y en vano cree que conseguirá ocultar a los lectores un hecho tan evidente como su "vuelta al seno" de los Bernstein y Kolb.

"Nosotros", los marxistas revolucionarios, no hemos hecho nunca un fetiche de la democracia "pura" (burguesa). Se sabe que Plejánov era en 1903 un marxista revolucionario (antes de su lamentable viraje, que hizo de él un Scheidemann ruso). Y Plejánov dijo entonces, en el Congreso del Partido en que se adoptó el programa, que en la revolución el proletariado, si era necesario, privaría de derechos electorales a los capitalistas, disolvería cualquier parlamento si éste resultaba ser contrarrevolucionario. Tal es el único punto de vista que responde al marxismo; así puede verlo cualquiera, siquiera sea por las manifestaciones de Marx y Engels citadas anteriormente. Es un corolario evidente de todos los principios marxistas.

"Nosotros", los marxistas revolucionarios, no hemos dirigido al pueblo los discursos que gustaban de pronunciar los kautskianos de todos los países en sus funciones de lacayos de la burguesía, adaptándose al parlamentarismo burgués, disimulando el carácter burgués de la democracia contemporánea y reclamando tan sólo su ampliación, su aplicación completa.

"Nosotros" le hemos dicho a la burguesía: Vosotros, explotadores e hipócritas, habláis de democracia y al mismo

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tiempo levantáis a cada paso millares de obstáculos, para impedir que las masas oprimidas participen en la vida política. Os cogemos la palabra y exigimos, en interés de estas masas, que ampliéis v u e s t r a democracia burguesa, a fin de preparar a las masas para la revolución que os derribará a vosotros, los explotadores. Y si vosotros, los explotadores, intentáis hacer frente a nuestra revolución proletaria, os aplastaremos implacablemente, os privaremos de derechos, es más, no os daremos pan, porque en nuestra república proletaria los explotadores carecerán de derechos, se verán privados del agua y del fuego, porque somos socialistas de verdad, y no como los Scheidemann y los Kautsky.

Así es como hemos hablado y hablaremos "nosotros", los marxistas revolucionarios, y por ello las masas oprimidas estarán en favor nuestro y con nosotros, mientras que los Scheidemann y los Kautsky irán a parar al basurero de los renegados.


¿QUE ES EL INTERNACIONALISMO?

Kautsky, con la máxima convicción, se cree y se proclama internacionalista. A los Scheidemann los califica de "socialistas gubernamentales". En la defensa que hace de los mencheviques (él no confiesa francamente su solidaridad con ellos, pero aplica todas sus ideas), Kautsky ha demostrado con extraordinaria evidencia la calidad de su "internacionalismo". Y como Kautsky no es una unidad aislada, sino que representa una corriente inevitablemente nacida en el ambiente de la II Internacional (Longuet en Francia, Turati en Italia, Nobs, Grimm, Graber y Naine en Suiza; Ramsay MacDonald en

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Inglaterra, etc.), es instructivo detenerse en el "internacionalismo" de Kautsky.

Después de subrayar que los mencheviques estuvieron también en Zimmerwald (diploma, sin duda, pero. . . un poco deteriorado), traza Kautsky el siguiente cuadro de las ideas de los mencheviques, con los cuales se muestra de acuerdo:

. . . "Los mencheviques querían la paz universal. Querían que todos los beligerantes aceptasen la consigna de paz sin anexiones ni contribuciones de guerra. Mientras esto no se consiguiera, el ejército ruso, según ellos, debía mantenerse en disposición de combate. En cambio, los bolcheviques exigían la paz inmediata a toda costa, estaban dispuestos a concertar una paz por separado en caso de necesidad; pugnaban por hacerla inevitable mediante la fuerza, aumentando la desorganización del ejército, que ya de por sí era grande" (pág. 27). Según Kautsky, los bolcheviques no debieron tomar el Poder, sino contentarse con la Constituyente.

Por tanto, el internacionalismo de Kautsky y de los mencheviques consiste en lo siguiente: Exigir reformas del gobierno burgués imperialista, pero continuar sosteniéndolo, continuar sosteniendo la guerra dirigida por este gobierno hasta que todos los beligerantes hayan aceptado la consigna de paz sin anexiones ni contribuciones. Esta idea la han expresado muchas veces Turati, los kautskianos (Haase y otros) y Longuet y Cía., quienes manifestaron que estaban por la "defensa de la patria".

Desde el punto de vista teórico, esto supone total incapacidad de separarse de los socialchovinistas y un completo embrollo en el problema de la defensa de la patria. Desde el punto de vista político, es suplantar el internacionalismo por un nacionalismo pequeñoburgués y pasarse al lado del reformismo, renegar de la revolución.

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Reconocer la "defensa de la patria" es justificar esta guerra desde el punto de vista del proletariado, legitimarla. Y como la guerra sigue siendo imperialista (tanto bajo la monarquía como bajo la república) lo mismo si los ejércitos adversarios están en un momento dado en territorio propio que si están en territorio extranjero, reconocer la defensa de la patria es de hecho apoyar a la burguesía imperialista y depredadora, hacer completa traición al socialismo. En Rusia, con Kerenski, con una república democrático-burguesa, la guerra seguía siendo imperialista, porque la hacía la burguesía como clase dominante (y la guerra es "continuación de la política"); con particular evidencia han demostrado el carácter imperialista de la guerra los tratados secretos que sobre el reparto del mundo y el pillaje de otros países había estipulado el ex zar con los capitalistas de Inglaterra y de Francia.

Los mencheviques engañaban miserablemente al pueblo diciendo que se trataba de una guerra defensiva o revolucionaria, y Kautsky, al aprobar la política de los mencheviques, aprueba que se engañe al pueblo, aprueba el papel de los pequeños burgueses, que para servir al capital embaucan a los obreros y los atan al carro del imperialismo. Kautsky mantiene una política típicamente pequeñoburguesa, filistea, imaginándose (e inculcando a las masas esa idea absurda) que con lanzar una consigna cambian las cosas. Toda la historia de la democracia burguesa pone al desnudo esta ilusión: para engañar al pueblo, los demócratas burgueses han lanzado y lanzan siempre todas las "consignas" imaginables. El problema consiste en comprobar su sinceridad, en comparar las palabras con los hechos, en no contentarse con frases idealistas o charlatanescas, sino en ver la realidad de clase. La guerra imperialista no deja de serlo cuando los charlatanes o los mesócratas filisteos lanzan una "consigna" dulzona, sino única-

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mente cuando la clase que dirige la guerra imperialista y está ligada a ella por millones de hilos (incluso de maromas) de carácter económico, es en la realidad derribada y la sustituye en el Poder la clase verdaderamente revolucionaria, el proleta riado. De otro modo es imposible librarse de una guerra imperialista, así como de una paz imperialista, rapaz.

Al aprobar la política exterior de los mencheviques, al calificarla de internacionalista y zimmerwaldiana, Kautsky pone al descubierto en primer lugar toda la podredumbre de la mayoría oportunista de Zimmerwald (¡no sin razón nosotros, la izquierda de Zimmerwald[24], nos separamos inmediatamente de tal mayoría!), y en segundo lugar -- y esto es lo más importante --, pasa del punto de vista proletario al pequeñoburgués, de la posición revolucionaria a la reformista.

El proletariado lucha para derribar a la burguesía imperialista mediante la revolucion; la pequeña burguesía propugna el "perfeccionamiento" reformista del imperialismo, la adaptación a él, sometiéndose a él. Cuando Kautsky era todavía marxista, por ejemplo en 1909, al escribir El camino del Poder, defendía precisamente la idea de que la revolución era inevitable en caso de guerra, hablaba de la proximidad de una era de revoluciones. El Manifiesto de Basilea de 1912, habla clara y terminantemente de la revolución proletaria derivada de la guerra imperialista entre los grupos alemán e inglés, que fue precisamente la que estalló en 1914. Y en 1918, cuando han comenzado las revoluciones derivadas de la guerra, en vez de explicar su carácter inevitable, en vez de meditar y concebir hasta el fin la táctica revolucionaria, los medios y los procedimientos de prepararse para la revolución, Kautsky se dedica a llamar internacionalismo a la táctica reformista de los mencheviques. ¿No es esto una apostasía?

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Kautsky elogia a los mencheviques porque insistieron en que se mantuviera el ejército en disposición de combate. A los bolcheviques les censura el haber aumentado la "desorganización del ejército", que ya de por sí era grande. Esto significa elogiar el reformismo y la subordinación a la burguesía imperialista, censurar la revolución y renegar de ella, porque mantener bajo Kerenski la disposición de combate significaba y era conservar el ejército con los mandos burgueses (aun cuando republicanos). Todo el mundo sabe -- y el curso de los acontecimientos lo ha demostrado con evidencia -- que el ejército republicano conservaba el espíritu kornilovista, pues los mandos eran kornilovistas. La oficialidad burguesa no podía menos de ser kornilovista, de inclinarse hacia el imperialismo, hacia el sojuzgamiento violento del proletariado. La táctica de los mencheviques se reducía de hecho a dejar intactas todas las bases de la guerra imperialista, todas las bases de la dictadura burguesa, arreglando detalles de poca monta y componiendo pequeños defectos ("reformas").

Y a la inversa. Sin "desorganización" del ejército no se ha producido ni puede producirse ninguna gran revolución. Porque el ejército es el instrumento más fosilizado en que se apoya el viejo régimen, el baluarte más pétreo de la disciplina burguesa y de la dominación del capital, del mantenimiento y la formación de la mansedumbre servil y la sumisión de los trabajadores ante el capital. La contrarrevolución no ha tolerado ni pudo tolerar jamás que junto al ejército existieran obreros armados. En Francia -- escribía Engels --, después de cada revolución estaban aún armados los obreros "por eso, el desarme de los obreros era el primer mandamiento de los burgueses que se hallaban al frente del Estado"[25]. Los obreros armados eran germen de un ejército nuevo, la célula orgánica de un nuevo régimen social. Aplastar esta célula,

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impedir su crecimiento, era el primer mandamiento de la burguesía. El primer mandamiento de toda revolución triunfante -- Marx y Engels lo han subrayado muchas veces -- ha sido deshacer el viejo ejército, disolverlo y reemplazarlo por un ejército nuevo[26]. La clase social nueva que se alza a la conquista del Poder, no ha podido nunca ni ahora puede conseguir ese Poder ni afianzarse en él sin destrozar por completo el antiguo ejército ("desorganización", claman con este motivo los mesócratas reaccionarios o sencillamente cobardes); sin pasar por un período sembrado de dificultades y de pruebas, falto de todo ejército (la gran revolución francesa pasó también por este terrible período); sin formar poco a poco, en dura guerra civil, el nuevo ejército, la nueva disciplina, la nueva organización militar de una nueva clase. El historiador Kautsky lo comprendía antes. El renegado Kautsky lo ha olvidado.

¿Con qué derecho llama Kautsky a los Scheidemann "socialistas gubernamentales", cuando él mismo aprueba la táctica de los mencheviques en la revolución rusa? Los mencheviques, que apoyaban a Kerenski y entraron a formar parte de su ministerio, eran igualmente socialistas gubernamentales. Kautsky no podrá rehuir en modo alguno esta conclusión, si es que intenta referirse a la clase dominante que hace la guerra imperialista. Pero Kautsky rehuye hablar de la clase dominante, problema obligatorio para un marxista, porque sólo el plantearlo bastaría para desenmascarar a un renegado.

Los kautskianos de Alemania, los longuetistas de Francia y los Turati y Cía. de Italia, razonan del modo siguiente: el socialismo presupone la igualdad y la libertad de las naciones, su autodeterminación; por tanto, cuando nuestro país es atacado o lo invaden tropas enemigas, los socialistas tienen el

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derecho y el deber de defender la patria. Pero este razonamiento es, desde el punto de vista teórico, una burla completa del socialismo o un vil subterfugio, y en el terreno político-práctico coincide con el de un rústico de supina ignorancia que ni siquiera sabe pensar en el carácter social de la guerra, en su carácter de clase, ni en las tareas de un partido revolucionario durante la guerra reaccionaria.

El socialismo se opone a la violencia ejercida contra las naciones. Esto es indiscutible. Y el socialismo se opone en general a la violencia ejercida contra los hombres. Sin embargo, exceptuando a los anarquistas cristianos y a los discípulos de Tolstói, nadie ha deducido todavía de ello que el socialismo se oponga a la violencia revolucionaria. Por tanto, hablar de "violencia" en general, sin distinguir las condiciones que diferencian la violencia reaccionaria de la revolucionaria, es equipararse a un filisteo que reniega de la revolución, o bien, sencillamente, engañarse uno mismo y engañar a los demás con sofismas.

Lo mismo puede decirse de la violencia ejercida contra las naciones. Toda guerra es una violencia contra naciones, pero esto no obsta para que los socialistas estén a favor de la guerra revolucionaria. El carácter de clase de una guerra es lo fundamental que se plantea un socialista (si no es un renegado). La guerra imperialista de 1914-1918 es una guerra entre dos grupos de la burguesía imperialista que se disputan el reparto del mundo y del botín, que quieren expoliar y ahogar a las naciones pequeñas y débiles. Así es como definió la guerra el Manifiesto de Basilea en 1912, y los hechos han confirmado su apreciación. El que se aparte de este punto de vista sobre la guerra no es socialista.

Si un alemán del tiempo de Guillermo o un francés del tiempo de Clemenceau dicen: Tengo, como socialista, el de-

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recho y el deber de defender mi patria si el enemigo la invade, no razona como socialista, como internacionalista, como proletario revolucionario, sino como pequeñoburgués nacionalista. Porque en este razonamiento desaparece la lucha revolucionaria de clase del obrero contra el capital, desaparece la apreciación de toda la guerra en conjunto, desde el punto de vista de la burguesía mundial y del proletariado mundial, es decir, desaparece el internacionalismo y no queda sino un nacionalismo miserable e inveterado. Se agravia a mi país, lo demás no me importa: a esto se reduce tal razonamiento, y en ello reside su estrechez pequeñoburgués-nacionalista. Es como si alguien razonara así en relación con la violencia individual contra una persona: el socialismo se opone a la violencia; por eso, yo prefiero cometer una traición antes que ir a la cárcel.

El francés, alemán o italiano que dice: el socialismo condena la violencia ejercida contra las naciones, y por esto yo me defiendo contra el enemigo que invade mi país, traiciona al socialismo y al internacionalismo. Ese hombre no ve más que su "país", coloca por encima de todo "su". . . burguesía, sin pensar en los lazos internacionales que hacen imperialista la guerra, que hacen de s u burguesía un eslabón en la cadena del bandidaje imperialista.

Todos los mesócratas y todos los rústicos necios e ignorantes razonan igual exactamente que los renegados -- kautskianos, longuetistas, Turati y Cía. --, o sea: el enemigo está en mi país, lo demás no me importa*. * Los socialchovinistas (los Scheidemann, los Renaudel, los Henderson, los Gompers y Cía.) no quieren oir hablar de la "Internacional" durante la guerra. Consideran a los enemigos de "su " burguesía "traidores". . . al socialismo. Propugnan la política de conquistas de su burguesía. Los socialpacifistas (es decir, socialistas de palabra y en realidad pacifistas [cont. en pág. 75. -- DJR] pequeñoburgueses) expresan todo género de sentimientos "internacionalistas", protestan contra las anexiones, etc., pero de hecho continúan apoyando a s u burguesía imperialista. No es grande la diferencia entre estos dos tipos, algo así como entre un capitalista que pronuncie discursos atrabiliarios y otro que los pronuncie melifluos.

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El socialista, el proletario revolucionario, el internacionalista razona de otra manera: el carácter de la guerra (la guerra es reaccionaria o revolucionaria) no depende de quién haya atacado ni del territorio en que esté el "enemigo", sino de la clase que sostiene la guerra y de la política de la cual es continuación esa guerra. Si se trata de una guerra imperialista reaccionaria, es decir, de una guerra entre dos grupos mundiales de la burguesía reaccionaria imperialista, despótica y expoliadora, toda burguesía (incluso la de un pequeño país) se hace cómplice de la rapiña, y yo, representante del proletariado revolucionario, tengo el deber de preparar la revolución proletaria mundial como ú n i c a salvación de los horrores de la guerra mundial. No debo razonar desde el punto de vista de "mi" país (porque ésta es la manera de razonar del mesócrata nacionalista, desgraciado cretino que no comprende que es un juguete en manos de la burguesía imperialista), sino desde el punto de vista de mi participación en la preparación, en la propaganda, en el acercamiento de la revolución proletaria mundial.

Esto es internacionalismo, éste es el deber del internacionalista, del obrero revolucionario, del verdadero socialista. Este es el abecé que "olvida" el renegado Kautsky. Pero su apostasía se hace aún más evidente cuando, después de dar el visto bueno a la táctica de los nacionalistas pequeñoburgueses (mencheviques en Rusia, longuetistas en Francia, Turati en Italia, Haase y Cía. en Alemania), pasa a criticar la táctica bolchevique. Veamos esta crítica:

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"La revolución bolchevique se basaba en la hipótesis de que sería el punto de partida para la revolución general europea, de que la osada iniciativa de Rusia incitaría a todos los proletarios de Europa a levantarse.
Partiendo de este supuesto, poco importaban, naturalmente, las formas que pudiera tomar la paz separada rusa, los sacrificios y las pérdidas territoriales (literalmente: mutilaciones, Verstümmnelungen ) que trajera al pueblo ruso, la interpretación que diera a la autodeterminación de las naciones. Entonces carecia también de importancia si Rusia era o no capaz de defenderse. Desde este punto de vista, la revolución europea era la mejor defensa de la revolución rusa, debía dar a todos los pueblos del antiguo territorio ruso una verdadera y completa autodeterminación.
La revolución en Europa, que debia instaurar y afianzar allí el socialismo, tenía que servir también para apartar los obstáculos que el atraso económico del país ponía en Rusia a la realización de una producción socialista.
Todo esto era muy lógico y bien fundado, siempre que se admitiera una hipótesis fundamental: la revolución rusa tiene que desencadenar infaliblemente la europea. Pero ¿y en el caso de que no suceda así?
Hasta ahora no se ha confirmado esta hipótesis. Y ahora se acusa a los proletarios de Europa de haber abandonado y traicionado a la revolucion rusa. Es una acusación contra desconocidos, porque ¿a quién puede hacerse responsable de la conducta del proletariado europeo?" (pág. 28).

Y Kautsky remacha esto añadiendo que Marx, Engels y Bebel se equivocaron más de una vez en lo que respecta al estallido de la revolución que esperaban, pero que nunca basaron su táctica en la espera de la revolución "a fecha fija " (pág. 29), mientras que, según él, los bolcheviques "lo han jugado todo a la carta de la revolución general europea".

Hemos reproducido expresamente una cita tan larga para que el lector pueda ver claramente con qué "habilidad" falsifica Kautsky el marxismo, sustituyéndolo por viles y reaccionarias concepciones filisteas.

En primer lugar, atribuir al adversario una evidente necedad y refutarla después es procedimiento de personas no muy inteligentes. Hubiera sido una tontería indiscutible

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por parte de los bolcheviques el fundar su táctica en la espera de la revolución a fecha fija en otros países. Pero el Partido Bolchevique no la ha cometido: en mi carta a los obreros norteamericanos (20 de agosto de 1918) yo la descarto rotundamente, diciendo que contamos con la revolución en Norteamérica, pero no para una fecha determinada. En mi polémica contra los eseristas de izquierda y los "comunistas de izquierda" (enero a marzo de 1918) he expuesto muchas veces la misma idea. Kautsky recurre a una pequeña. . . a una pequeñísima treta, fundando en ella su crítica del bolchevismo. Kautsky mete en un mismo puchero la táctica que cuenta con la revolución europea para una fecha más o menos próxima, pero no fija, con la táctica que espera la revolución europea a fecha fija. ¡Una pequeña, una pequeñísima adulteración!

La segunda táctica es una estupidez. La primera es obligatoria para el marxista, para todo proletario revolucionario y para todo internacionalista; obligatoria, porque es la única que tiene en cuenta acertadamente como lo exige el marxismo, la situación objetiva resultante de la guerra en todos los países de Europa, la única que responde a las tareas internacionales del proletariado.

¡Suplantando el gran problema de los principios de la táctica revolucionaria en general por la mezquina cuestión del error que hubieran podido cometer los revolucionarios bolcheviques, pero que no han cometido, Kautsky ha renegado sin el menor tropiezo de la táctica revolucionaria en general!

Renegado en política, en teoría no sabe ni plantear el problema de las premisas objetivas de la táctica revolucionaria.

Y aquí hemos llegado al segundo punto.

En segundo lugar, todo marxista debe contar con la revolucion europea si es que existe una situación revolucionaria.

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Es un axioma elemental del marxismo que la táctica del proletariado socialista no puede ser la misma cuando se encuentra ante una situación revolucionaria que cuando ésta no existe.

Si Kautsky se hubiera planteado esta cuestión, obligatoria para todo marxista, habría visto que la respuesta iba indudablemente contra él. Mucho antes de la guerra, todos los marxistas, todos los socialistas estaban de acuerdo en que la conflagración europea daría lugar a una situación revolucionaria. Kautsky lo admitía clara y terminantemente cuando aún no era renegado, tanto en 1902 (La revolución social ) como en 1909 (El camino del Poder ). El Manifiesto de Basilea lo reconoció en nombre de toda la II Internacional: ¡no sin razón los socialchovinistas y los kautskianos (los "centristas", gentes que oscilan entre los revolucionarios y los oportunistas) de todos los países temen como al fuego las correspondientes afirmaciones del Manifiesto de Basilea!

Por tanto, el esperar una situación revolucionaria en Europa no fue un arrebato de los bolcheviques, sino la opinión general de todos los marxistas. Cuando Kautsky se desen tiende de esta verdad indiscutible diciendo que los bolcheviques "han creído siempre en el poder omnipotente de la violencia y de la voluntad", esto no es más que una frase vacía, que encubre la huida, la vergonzosa huida de Kautsky ante el problema de la situación revolucionaria.

Prosigamos. ¿Estamos o no en presencia de una situación revolucionaria? Tampoco esto ha sabido plantearlo Kautsky. Responden a esa pregunta hechos de orden económico: el hambre y la ruina, a que en todas partes ha dado lugar la guerra, denotan una situación revolucionaria. Contestan también a esa pregunta hechos de carácter político: desde 1915 se observa en todos los países un claro proceso de escisión

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en los viejos y podridos partidos socialistas, un proceso en virtud del cual las masas del proletariado se separan de los jefes socialchovinistas para orientarse hacia la izquierda, hacia las ideas y tendencias revolucionarias, hacia los dirigentes revolucionarios.

El 5 de agosto de 1918, cuando Kautsky escribía su folleto, sólo a un hombre que temiera la revolución y la traicionara se le podían escapar estos hechos. Ahora, a fines de octubre de 1918, la revolución crece ante los ojos de todos, y con gran rapidez, en una serie de países de Europa. ¡¡El "revolucio nario" Kautsky, que quiere continuar pasando por marxista, resulta, pues, un filisteo miope que, como los filisteos de 1847, de los que se burlaba Marx, no ha visto la revolución que se aproxima!!

Hemos llegado al tercer punto.

En tercer lugar, ¿cuáles son las particularidades de la táctica revolucionaria, aceptando que existe en Europa una situación revolucionaria? Kautsky, convertido en renegado, tiene miedo de plantearse esto, que es obligatorio para todo marxista. Razona como un típico mesócrata filisteo o como un campesino ignorante: ¿ha estallado o no "la revolución general europea"? ¡Si ha estallado, también él está dispuesto a hacerse revolucionario! ¡Pero en ese caso -- haremos notar nosotros -- cualquier canalla (como los granujas que se cuelan a veces entre los bolcheviques victoriosos) se declarará revolucionario!

¡En caso contrario, Kautsky vuelve la espalda a la revolución! Ni por asomo comprende una verdad: lo que distingue al marxista revolucionario del mesócrata y del filisteo es el saber predicar a las masas ignorantes la necesidad de la revolución que madura, demostrar su inevitabilidad, explicar su

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utilidad para el pueblo, preparar para ella al proletariado y a todas las masas trabajadoras y explotadas.

Kautsky ha atribuido a los bolcheviques la insensatez de que lo habían jugado todo a una carta, esperando que la revolución europea se produciría a fecha fija. Esta insensatez se ha vuelto contra Kautsky, porque resulta que ¡la táctica de los bolcheviques habría sido justa si la revolución hubiera estallado en Europa el 5 de agosto de 1918! Esta es la fecha que pone Kautsky a su folleto. ¡Y cuando algunas semanas después de ese 5 de agosto se vio bien claramente que la revolución se avecinaba en una serie de países europeos, toda la apostasía de Kautsky, toda su falsificación del marxismo, toda su incapacidad para razonar como revolucionario e incluso para plantear los problemas como revolucionario, aparecieron en todo su esplendor!

Acusar de traición a los proletarios de Europa -- escribe Kautsky -- es acusar a desconocidos.

¡Se equivoca usted, señor Kautsky! ¡Mírese al espejo y verá a los "desconocidos" contra quienes va dirigida la acusación! Kautsky se hace el ingenuo, finge no comprender quién lanza la acusación y qué sentido tiene. En realidad, sabe perfectamente que esta acusación la han lanzado y la lanzan los "izquierdistas" alemanes, los espartaquistas[27], Liebknecht y sus amigos. Esta acusación expresa la clara conciencia de que el proletariado alemán incurrió en una traición con respecto a la revolución rusa (e internacional) al aplastar a Finlandia, Ucrania, Letonia y Estonia. Esta acusación va dirigida, ante todo y sobre todo, no contra la masa, siempre oprimida, sino contra los jefes que, como Scheidemann y Kautsky, no han cumplido su deber de agitación revolucionaria, de propaganda revolucionaria, de trabajo revolucionario entre las masas para superar la rutina de éstas; contra los jefes cuya

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actuación ha contrarrestado de hecho los instintos y aspiraciones revolucionarios siempre latentes en el fondo de la masa de una clase oprimida. Los Scheidemann han traicionado franca, grosera y cínicamente al proletariado, la mayor parte de las veces por motivos egoístas, y se han pasado al campo de la burguesía. Los kautskianos y longuetistas han hecho lo mismo titubeando, vacilando, mirando cobardemente a los que eran en aquel momento fuertes. Durante la guerra, Kautsky, con todos sus escritos, no ha hecho más que apagar el espíritu revolucionario en vez de fomentarlo y desarrollarlo.

¡Como un monumento de la estupidez pequeñoburguesa del jefe "medio" de la socialdemocracia oficial alemana quedará en la historia el que Kautsky no comprenda siquiera el gigantesco valor teórico y la importancia aún más grande que para la agitación y la propaganda tiene esta "acusación" de que los proletarios de Europa han traicionado a la revolución rusa! ¡Kautsky no comprende que esta "acusación", bajo el régimen de censura del "imperio" alemán, es casi la única forma en que los socialistas alemanes que no han traicionado al socialismo, Liebknecht y sus amigos, expresan su llamamiento a los obreros alemanes para que derriben a los Scheide mann y a los Kautsky, aparten a tales "jefes" y se desem baracen de sus prédicas, que les embotan y envilecen; para que se levanten a pesar de ellos, sin ellos y por encima de ellos, hacia la revolución, a la revolución !

Kautsky no lo comprende. ¿Cómo puede comprender la táctica de los bolcheviques? ¿Cómo puede esperarse que un hombre que reniega de la revolución en general, sopese y aprecie las condiciones del desarrollo de la revolución en uno de los casos más "difíciles"?

La táctica de los bolcheviques era acertada, era la única táctica internacionalista, porque no se basaba en un temor

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cobarde a la revolución mundial, en una "falta de fe" filistea en ella, en un deseo estrechamente nacionalista de defender "su" patria (la patria de su burguesía), desentendiéndose del resto; estaba basada en una apreciación acertada (antes de la guerra y de la apostasía de los socialchovinistas y socialpacifistas, todo el mundo la admitía) de la situación revolucionaria europea. Esta táctica era la única internacionalista, porque llevaba a cabo el máximo de lo realizable en un solo país p a r a desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los países. Esa táctica ha quedado probada por un éxito enorme, porque el bolchevismo (y no debido a los méritos de los bolcheviques rusos, sino en virtud de la profundísima simpatía que por doquier sienten las masas por una táctica verdaderamente revolucionaria) se ha hecho mundial, ha dado una idea, una teoría, un programa y una táctica que se diferencian concreta y prácticamente del socialchovinismo y del socialpacifismo. El bolchevismo ha rematado a la vieja Internacional podrida de los Scheidemann y los Kautsky, de los Renaudel y los Longuet, de los Henderson y los MacDonald, que ahora se atropellarán unos a otros, soñando con la "unidad" y resucitando un cadáver. El bolchevismo ha creado la base ideológica y táctica de la III Internacional, verdaderamente proletaria y comunista, que tiene en cuenta tanto las conquistas del tiempo de paz como la experiencia de la era de revoluciones que ha comenzado.

El bolchevismo ha popularizado en el mundo entero la idea de la "dictadura del proletariado", ha traducido estas palabras primero del latín al ruso y después a todas las lenguas del mundo, demostrando con el ejemplo del Poder soviético que los obreros y los campesinos pobres, incluso en un país atrasado, incluso los de menos experiencia, los menos instruídos y menos habituados a la organización, han podido

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durante un año entero, rodeados de gigantescas dificultades, luchando contra los explotadores (a los que apoyaba la burguesía de t o d o el mundo), mantener el Poder de los trabajadores, crear una democracia infinitamente más elevada y amplia que todas las democracias anteriores en el mundo, iniciar el trabajo creador de decenas de millones de obreros y campesinos para la realización práctica del socialismo.

El bolchevismo ha favorecido realmente el desarrollo de la revolución proletaria en Europa y en América de manera más intensa que ningún otro partido de ningún país lo había hecho hasta ahora. Al mismo tiempo que los obreros de todo el mundo comprenden cada día más claramente que la táctica de los Scheidemann y de los Kautsky no libraba de la guerra imperialista, ni de la esclavitud asalariada bajo el Poder de la burguesía imperialista, que esta táctica no sirve de modelo para todos los países, las masas proletarias del mundo entero comprenden cada día con mayor claridad que el bolchevismo ha señalado el único camino seguro para salvarse de los horrores de la guerra y del imperialismo, que el bolchevismo sirve de modelo de táctica para todos.

La revolución proletaria madura ante los ojos de todos, no sólo en Europa entera, sino en el mundo, y la victoria del proletariado en Rusia la ha favorecido, acelerado y sostenido. ¿Que todo esto no basta para el triunfo completo del socialismo? Desde luego, no basta. Un solo país no puede haccr más. Pero, gracias al Poder soviético este país solo ha hecho, sin embargo, tanto, que incluso si mañana el Poder soviético ruso fuera aplastado por el imperialismo mundial, por una coalición, supongamos, entre el imperialismo alemán y el anglo-francés, incluso en este caso, el peor de los peores, la táctica bolchevique habría prestado un servicio extraordi-

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nario al socialismo y habría apoyado el desarrollo de la revolución mundial invencible.

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